lunes, 6 de abril de 2009

Experta en lenguas

La Malinche revisitada

Marina estudió turismo. Ya saben, uno de esos cursitos chafas guía-edecán-intérprete que imparte cualquier Academia Patito.
Y es que desde chica le atrajo siempre lo extranjero. Las películas gringas, los precios en dólares y las canciones en inglés. Su tirada era colocarse en alguna embajada o consulado o, ya de perdida, como traductora en congresos y simposios. Entre sueños se miraba a sí misma, morena y guapísima, en las fotos de los folletos de propaganda del instituto: muy sonriente, con micrófono y audífonos, rodeada por pura gente interesante, magnates, ejecutivos o diplomáticos, que parecían extasiados por sus explicaciones.
La realidad fue distinta.
Se gastó muchos zapatos taloneando en los lobbys de los hoteles de lujo. Murmuró hasta el cansancio “ailoviu darlin” en distintas camas en las madrugadas. Y por las mañanas siempre se sintió ajada y vieja. Se pescó varias venéreas. Bichitos, diminutos y extranjeros, anidaron por un tiempo en el vello negro entre sus piernas. Sufrió dos tres golpizas, a veces cárcel y ocasionalmente algún aborto.
Al final tuvo un güerito. Un bastardito, gringo a medias, que en cuanto creció la mandó mucho a la chingada.

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